I. De brebajes etílicos y de otros alebrijes.
Por Francisco J. Carabez - Con música de Paz -

   De la eterna lucha antagónica entre los reinos de los que gozan de su propia muerte en vida, y de los que viven el gozo de su vida ya muertos, surge la claridad de un fulgor níveo y pardo, que pulula dentro de la incipiente semilla de la esperanza desesperada.

   Son Reinos que luchan por ser, por su definición dentro del espacio que les da la vida y la muerte, la alegría y la pena. Luchan, conquistan y son conquistados, son a un tiempo verdugos y víctimas, jueces y acusados; son el todo y la nada, son la nada misma. Son alquimistas de quiméricos anhelos. Son retóricos de palabras silenciosas y acres, que se gritan en alaridos silenciosos. Fermentan, solapados de su propia nada, el vino que los embriaga de perfección en un mundo imperfecto.

   La eufórica sensación de un trago de tequila, los transporta al mundo donde se puede cruzar el umbral de lo divino, sus cuerpos son arrebatados en éxtasis, y por eternos instantes, gozan de la plenitud de la gloria de efímeros momentos etílicos. Brevemente brindan y beben de la copa de la vida, son todopoderosos, toda sapiencia, no conocen el fin porque no han tenido principio: son eternos, son la eternidad. La muerte y la vida bailan embriagadas al dulce sopor de sus sueños. No son ancianos porque nunca han sido niños. El limbo de la juventud reina sobre su perenne presente; son rodeados por la insegura seguridad del vigor que colma sus cuerpos, que brilla dentro de sus almas motivadas por un brio inmensurable de la pasión por vivir y morir, por existir y destruirse. Condenados, finalmente, a condenar su condenada condena, a sabiendas que sabiendo lo que saben, saben que saben lo que a sabiendas saben. (¡Que bien sabe el tequila con limón y sal, Sí Señor!)

   El brebaje divino se fermenta rápidamente dentro de la pasmosa lentitud del devenir del tiempo humano. Finalmente se es sobrio y ebrio, luz y sombra, serena calma impaciente, "Esclavo y amo", "Poquita fe" y "La que se fue", pa' terminar pronto. Al son de los últimos ecos que aún rebotan en sus oídos, aturdidos y embriagados, a sus seguros pasos, el mundo se tambalea, el suelo es inestable y movedizo; "Todo fluye", han salido a un voluble mundo lleno de mutaciones, pues lo que antes era un camino recto y amistoso, se ha transformado en quebrado y agresivo. Tropiezan por las calles que pone a sus pies trabas. El mundo los observa a distancia, se burla de ellos. Poco a poco la claridad de la noche, va cediendo al obscuro despertar del día, y a la risa del alba, lloran amargos desencantos. Su juventud ha muerto en el sueño del sueño que mata a su juventud. Su mundo se colapsa, sus recuerdos los traicionan. Buscan entre los rincones de su abreviada memoria, la respuesta al acertijo que mútuamente se plantean, y replantean las acertadas preguntas que hacen en luto de sus acertijos. Finalmente se limitan al improvisado arte de la adivinación, prueban y fallan, prueban y erróneos, se dan cuenta que lo que han buscado en toda una vida –de hace unos minutos -, no lo encontrarán por el resto de la eternidad. Pero por extraños sortilegios, dan por fin con la habitación que los abriga de los dañinos rayos solares, y no poco sedientos, buscan en la –ahora estéril- fuente de la vida, el elixir que los colmara de tristezas y alegrías: no encuentran. Sufren y se desesperan, lloran y gimen en la ausencia del alivio que los invadiera instantes apenas –que se ven ahora en las lejanías de un pasado eternamente distante- de los vestigios húmedos de una atmósfera intangible, quimérica e irreal.

   ¿Los dioses los castigan por el atrevimiento de haber caminado en el límite: el umbral que los separa de su mortal condición? Impávidos y rebeldes, aceptan sus desgracias, sus oídos no escuchan y sus ojos no ven – pues duermen -. Solo las cándidas aguas que corren en el torrente de sus pesadillas, se atreven a refrescar las heridas que han ganado en tan tremenda batalla.


II. Soliloquio del Preso y su monólogo


   Ha tiempo que, entregado en los brazos de Morfeo –que a su vez se entregó a los de Baco -, se vio de pronto sobresaltado por el acoso de la conciencia de ser arrebatado por la mortífera necesidad de apagar esa sed insaciable que deja la resaca. Descansa –aunque no plenamente- y lo aplasta el letargo pesado de posponer indefinidamente el momento en que su voluntad rompa con la inercia de la tradición, y por fin levante a la piltrafa de cuerpo, despojo de la noche anterior, que lo aprisiona y castiga. Ha dejado de pertenecer al "grupo", es consecuente de su individualidad: sufre la solitaria soledad de estar solo.
   En un doloroso parto, es desprendido su pesado cuerpo de las sábanas ligeras; si antes flotaba sobre la cama, ahora lo presiona el peso de su propio cuerpo erguido ¡Se ha levantado! Y otra vez ha re-aprendindo a caminar: primero se arrastró, después gateó, sus primeros pasos estuvieron acompañados de dolorosas caídas... y ahora, después del parto, en la mitad del día, por fin ha caminado erguido – aunque mareado -.
   Con ojos huraños, examina el nuevo mundo que lo rodea, y no tarda en darse cuenta que el horizonte, se ve abruptamente interrumpido por cuatro paredes. Incrédulo, limpia sus ojos, restrega su alma –que comienza a acongojares -, examina sus memorias, y concluye que ha sido el primero en salir del capullo, sus compañeros aún son esclavos de Morfeo. Sus doradas alas, jamás sabrán de libertad; nubarrones negros de un futuro incierto, amenazan su vuelo. La bendita luz del día lastima sus ojos, acostumbrados a la luz ficticia de los sueños, y poco a poco su conciencia despierta a la realidad.
   Por secuencia lógica, una vez que se "re-aprende" a caminar, - por inclinación natural - se "re-aprende" a hablar, y con roncas palabras, comienza a recitar un monólogo pastoso y febril:

-"...Algunas veces me he visto en la apremiante necesidad de claudicar a todo este abstinado empeño, dice aclarándose la garganta, a la obsesión que envuelve mi mente. Pero me detengo justo cuando la elección está a punto de tomarse". Su mirada se pierde en la infinita lejanía de la pared de enfrente, y continúa diciendo: -"No existe nada más agotador que una esperanza, una meta, que a punto de cumplirse... se pospone a un lapso indeterminado de tiempo... ciclo que se repite ad infinitum". Hace un ademán de sacar un recuerdo profundo, y con un suspiro desgrana al aire un leve reproche: "A media noche me despierto con esa sensación de eterno hastío, y regreso al mundo onírico solo para mitigar el vacío que la espera engendra..." Y espacio y tiempo se estancan, sus compañeros de parras, suspendidos en la eternidad... y grita un silencioso desahogo:

"... Y poco a poco, torno a la cordura... y claudico de mi locura."


   Se cuestiona lo incuestionable: verdades eternas e inmutables. Su meta: alcanzar lo inalcanzable. Su ambición de comprender lo incomprensible lo mata con finura. Y brilla la claridad del recuerdo de un pasado lúcido, fresco, liberador y sano: el olvido.

"... se fue diluyendo de mi mente tu recuerdo, hasta quedar un bosquejo de tu mirada."

   Y la herida se abre, carcome el dolor de las penas pasadas: los pesares del presente, y con un murmullo le dice:

"Pero un día el recuerdo vino de lejanos pasados, abrió la puerta y entró sin llamar... se llevó de tajo la alegría, la luz, la claridad que reinaba en el amanecer, y dejó la obscura tristeza que se confunde con el atardecer del corazón y la negrura de mi suerte... Muchos días han pasado desde que te vi por primera vez; mismo que he pensado en ti. Sé que me escuchas, por eso te lo afirmo: te quiero"

   ¡Pero se ha vuelto loco!, nadie lo escucha, solo la trémula brisa que acaricia –con sepulcral silencio- el ambiente estático que todo lo reina, y le responden las paredes con el ahogado eco de sus propias frases:

" ...Quisiera llegar al término de algo que no he comenzado aún; pero me lo impide el peso de cierto lastre que nunca he cargado; siendo así que dentro estoy de algo con lo que jamás me he metido, y me presiona el suave tacto de una atmósfera intangible...

Finalmente, ni me place terminar lo no comenzado; y sin ánimo de arrastrar lo no cargado, ni salir de lugar al que no he entrado...

Pero... ¿porqué me ahoga esta prisión sin aire?"


   Bebe apresuradamente el líquido vital, menguando un malestar a su cuerpo al instante. Regresa a donde las sabanas, que alegres, lo encadenan como si quisieran evitar una nueva fuga. Momentos después está en un mundo de paz indescriptible, su rostro reluce en la penumbra, ha entrado a la "casa de lo infinito", flota y pasea por sus jardines eternamente verdes y vivos, regados por las frescas aguas del olvido, y todo es luz e inocencia de nuevo, lo inalcanzable ha sido alcanzado, pues ha entrado, finalmente, al mundo liberador de su propia muerte, ha ganado la batalla a esa prisión sin aire llamada "vida":

su vida... mi vida... nuestra vida...

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   Está bien... fumé de la buena!!!!!
   
   Lo anterior lo escribí después de una buena noche de fiesta en el CARLOS / ZOO de Puerto Vallarta... espero algún día completar los siguientes capítulos.

carabez@netscape.net